martes, 21 de abril de 2020

Autómata existencialista

Es de noche y, en absoluta soledad, camino por la calle. No hay coches, no hay gente, pero tampoco hay paz. Al lado de un edificio se escuchan los cubiertos de la cena, música y dos informativos televisivos diferentes. Siguiente portal, nada… Solo se escuchan mis pasos y pienso: "¿desde cuándo?". Avanzo otros diez metros... "¿desde cuándo escucho mis pasos?". Finalmente me detengo.

Silencio. Muevo la cabeza a derecha e izquierda. Me giro para mirar hacia atrás. Nada nuevo. "Silencio y soledad..., ¿soledad?", pienso. Dirijo la mirada al cielo, llegando a contemplar varias estrellas y una luna llena. "Ilumina demasiado", concluyo, hasta plantearme qué está iluminando más la calle, las luces de las farolas o la propia luna. Sin respuesta, avanzo nuevamente, escuchando las pisadas como si estuviera en un túnel, y redirijo la mirada hacia el frente.

"Cuánto tiempo hace que no veo luna llena", recuerdo. "Cuánto tiempo hace que no deseo no desear", sigo caminando. "No sé para qué regresar a mi hogar, tan diferente", inquiero. "¿Y por qué es mi 'hogar'?", hago una mueca. "Es mi hogar, porque… ya no tengo otra opción", postulo.

Llego hasta la puerta y, autómata, la cruzo y subo las escaleras. Escucho el ruido que provoca la mezcla del silencio y mis pisadas en el mármol. Ya no hay nada que cuestionar. Es un ruido familiar, común y cercano; ya no es el sonido del andar en una calle vacía.

Actúo, como siempre, siguiendo el ritual de despojarme de lo innecesario en la casa. Ya no se escucha ningún ruido molesto, sino diferentes voces conocidas conversando, la televisión, un bebé, un perro, otra discusión y… ya no hay nada más que plantearse por hoy. Mañana otro día será.



Texto de práctica en prosa. Se aceptan críticas literarias y opiniones de gusto :)

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