Silencio. Muevo la cabeza a derecha e izquierda. Me giro para mirar hacia atrás. Nada nuevo. "Silencio y soledad..., ¿soledad?", pienso. Dirijo la mirada al cielo, llegando a contemplar varias estrellas y una luna llena. "Ilumina demasiado", concluyo, hasta plantearme qué está iluminando más la calle, las luces de las farolas o la propia luna. Sin respuesta, avanzo nuevamente, escuchando las pisadas como si estuviera en un túnel, y redirijo la mirada hacia el frente.
Llego hasta la puerta y, autómata, la cruzo y subo las escaleras. Escucho
el ruido que provoca la mezcla del silencio y mis pisadas en el mármol. Ya no
hay nada que cuestionar. Es un ruido familiar, común y cercano; ya no es el
sonido del andar en una calle vacía.
Actúo, como siempre, siguiendo el ritual de despojarme de lo
innecesario en la casa. Ya no se escucha ningún ruido molesto, sino diferentes voces
conocidas conversando, la televisión, un bebé, un perro, otra discusión y… ya
no hay nada más que plantearse por hoy. Mañana otro día será.
Texto de práctica en prosa. Se aceptan críticas literarias y opiniones de gusto :)
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